En Brasil, las vacas son asesinadas cuando están embarazadas

Cada mes, alrededor de 2.6 millones de vacas son asesinadas en Brasil, lo que equivale a casi 62 animales por minuto. Si te indigna pensar en esa cantidad de animales que luchan por su vida, ahora imagina que las vacas embarazadas constituyen la mitad de estos animales.

Según datos presentados a finales del año pasado en el VI Congreso Estatal de Iniciación Científica y Tecnológica del Instituto Federal Goiano, entre el 33% y el 58% de las vacas estaban embarazadas cuando fueron asesinadas. El 47% de ellas se encontraba en el segundo trimestre de gestación y el 23% en el último, cuando los fetos ya están desarrollados y pueden sentir dolor. Una vez que las madres mueren, los bebés mueren por asfixia.

Estas vacas mamás, muchas veces enfermas, no deberían ni siquiera ser sometidas al transporte, que puede durar días. Además del estrés que esto les genera, en el camino al matadero los animales padecen condiciones terribles: no pueden acostarse, no tienen acceso a comida ni agua y están expuestos a temperaturas extremas.

Agentes de Vigilancia Sanitaria del Ayuntamiento Municipal de Teixeira de Freitas, en Bahía (Brasil), documentaron el asesinato de vacas embarazadas. Una situación similar fue registrada en la localidad de Patos, en Paraíba. Las imágenes son fuertes y tristes.

Mira la investigación de la ONG francesa L214 al respecto:
“Los terneros eran lanzados en una caja llena de basura, a veces se movían, como si estuviesen vivos”, explicó el español Mauricio García Pereira, quien trabajaba en el matadero, grabó las escenas y contactó a la ONG.

Además de cruel, el asesinato y el consumo de la carne de vacas embarazadas representan un riesgo para la salud de los trabajadores del matadero y los consumidores. La razón es que las vacas embarazadas son más susceptibles a la infección por la bacteria que causa la brucelosis, enfermedad que puede afectar el sistema nervioso central, el corazón y el aparato digestivo, entre otros. La transmisión se realiza por el contacto con fetos, placentas y descargas uterinas, o por el consumo de carne y productos lácteos contaminados.

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